martes, 20 de septiembre de 2011

Alianzas


Llega un día en la vida de todo adolescente (o quizás adulto pero ahí ya no puedo decir nada) en la que uno se da cuenta de quiénes son los amigos y los conocidos, los que darían la cara por ti y los que bajan la mirada para no saludarte por la calle. No siempre suele resultar tan evidente, claro, hay gente que prefiere guardar las apariencias. ¿Es necesario? He oído más de una vez aquello de "hay que tener amigos hasta en el infierno" pero, ¿hasta qué punto estamos dispuestos a llegar? ¿Vamos a fingir y a pretender llevarnos bien con personas a las que, sinceramente, les mandaríamos al espacio exterior de una buena patada en el trasero? Es algo muy individual, por supuesto, incluso yo me oculto bajo una sonrisa y palabras amables de vez en cuando pero intento no rozar el límite ni siquiera. Por otro lado, hay gente para la que el límite es un puntito que se puede saltar con más facilidad que una piedrecita en un camino y la saltan las veces que hagan falta para conseguir su propósito.
Sólo nos queda la esperanza de que el karma vuelva a por ese tipo de personas.

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